Todos los días Amara se levanta cansada. Amanece y el día no es claro. Tras ella, una gran nube de polvo. El peso de sus hombros es como de costumbre: ni mayor, ni más ligero.
Ha pasado otro invierno y las heridas siguen supurando como si estas fuesen recientes. La tetera humeante es la única compañía a esas horas de la mañana. Tantos años juntas y ella continúa sintiéndose una niña. Torpe. A veces desvalida.
Carlos sigue presente en sus ojos, el la silla de la cocina, haciendo ese insoportable tintiteno con la cuchara mientras ella se da cuenta que ha vuelto a amanecer lluvia en sus ojos. Tristes. Oscuros y cansados.
Una canción de un anuncio televisivo le recuerda que llega tarde. Lleva unos preciosos tacones negros. Esos que nunca se quiso poner y que Carlos le suplico una y otra vez. Como tantas otras cosas. Como tantas otras danzas en las que ellas nunca se dejo vencer.
Silencio. Flores en la entrada. La puerta se cierra. Los tacones, las llaves, las flores y Amara se apresuran por no llegar tarde. Cruza el parque y recuerda una sábana blanca, pájaros cantores y su primer vuelo de la mano de el.
El cementerio esta cerrado. Las pastillas no hacen su efecto y con los nervios no sabe que hacer. Besos. Otros besos. Más gente. Extraños besos. Fingidos besos.
La hermana de Carlos. Tulipanes blancos en sus manos. La tumba continúa como siempre. Limpia. Pura. Libre de hojas muertas o secas. Amara mira sus zapatos y amargamente sonríe. Hace una mueca a Ana y le confirma que se los ha puesto para el. Ana no esconde sus ojeras y sincronizadas pasan la mano por la foto del el.
Abrazos destrozan su cuerpo. No recuerda si tomo las pastillas. Murmura que está cansada. No recuerda cuando fue la última vez que discutió con Carlos. Un año es demasiado tiempo pero la muerte no tuvo presente excusas ni planes por hacer. El silencio es un dulce beso y los besos son los labios de quien hace tintineo con la cucharilla del te.
enviado a Quieres Colaborar? por Andrea